martes, 16 de junio de 2015

El espejo

¿Otra vez subir los ocho pisos de este viejo edificio que resultan ser, por lo menos, dieciocho? ¿Otra vez sin electricidad? ¿Otra vez llego a mi cita desprolija y despeinada después de tantos escalones caminados? Es mi segunda entrevista y tenía que dar mejor imagen que en la primera… No te angusties, no pierdas más tiempo que vas a llegar tarde… Uno, dos, tres…, doce… ¡Qué lindo! ¡Cómo me gustan estos edificios antiguos! ¡Hermosa la escalera revestida de un mármol que vaya a saber de dónde habrán traído! Otras épocas de Argentina. Otra Argentina. ¡Qué espejo! Me veo bien. Claro que es el primer descanso. La blusa no se salió del pantalón… Quizá debería haber llevado una pollera y por debajo de la rodilla… Tengo que lograr este puesto. Igual guita, más prestigio… Uno, dos, cinco… Otra vez el espejo, idéntico al del primer descanso. ¡Qué delicadeza! ¡Qué paquetería! Debieron de comprar doce espejos iguales para cada uno de los descansos. Y sí, me ato el pelo, que da aspecto más recatado. Quizá no sea lo que buscan. Papá estaría muy orgulloso como lo está del título de Ignacio -como papá- y del marido de Renata -como la abuela, paterna, por supuesto-. Yo no tengo título universitario, ni marido con dinero, ni nombre de algún familiar ilustre. Dos…, tres… Ya me veo como si hubiera hecho una carrera de obstáculos. La blusa se arruga y empieza a dar señales de transpiración. Ya no doy para el puesto. Me falta elegancia. A mamá no le ocurriría: peinado durito del que no escapa un solo pelo, uñas perfectas, ni un kilo de más, sonrisa eterna. Siempre impecable, como el agente 007, para estar acorde con el importante trabajo de papá. ¿Le habrá valido la pena? ¿Habrá sido más querida con tanta elegancia? Ni enferma vestiría así si no fuera para conseguirlo. Tres…, cuatro. Alguien le robó el espejo a este descanso. Este edificio antiguo y elegante no escapa a la realidad del país. Se nota la marca en la pintura de la pared. Quizá lo llevaron a arreglar. ¡Siempre mal pensada! A veces, resulta difícil no serlo. Pienso que alguna ya le hizo un favorcito al entrevistador y que yo estoy transpirándome en estas inmensas escaleras… Veremos. Toco timbre y desaparece el misterio. -Buenas tardes. -Tengo una cita a las tres con el licenciado Pontelli-. Miro el reloj: son las tres y diez- No funcionan los ascensores por falta de electricidad. - Tome asiento. El Licenciado ya la va a atender. No se te vaya a ocurrir sonreír, rubia desabrida. Te arrugás.

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